lunes, 19 de abril de 2010

La constitución: El problema soy Yo.


La persona es un problema sin resolver. ¿Los problemas son por sí solos? ¿Los problemas los crean las personas? Inocencia consciente, adiestrada para no realizar juicios de valor, inmersa en el silencio, entre metapensamientos que observan la mente sucesiva, el espíritu atemporal de la vigilia, y el onírico sin voluntad que niega, afirma, desea, revela y mayormente confunde, junto a la reflexión, la intuición, el estudio que muestra la creación y despierta a la persona que desmenuza la sustancia y la razón.

¿Somos seres históricos? Sí, aunque sea solo una parte de nuestra forma de organizarnos y comunicarnos. Así el poder del ser humano creador del sistema social se desarrolla de una forma consecutiva y no cabal.

Necesitamos constituciones estatales, éticas, religiosas, y personales. El Yo del ser humano es una prolongada restauración de una constitución individual, impugnada con cierta persistencia por la revelación de nuevas experiencias, objetada por los efectos de nuestros actos, y su recuerdo subjetivo en los tres tiempos: el sucesivo, el onírico, y el reflexivo.

La constitución ayuda a esquivar el miedo. Precisamos de una constitución que envuelva diversos niveles del Yo. Una constitución que nos ofrezca tranquilidad interior y exterior. Una constitución libre y adaptable a nuestros despertares, que aquiete nuestra propensión a la inestabilidad emocional producida por la levedad del ser y su coyuntura temporal.

Si trasladamos la idea constitucional individual a las personas que ejercen como gobernantes, posiblemente, causaría un caos social. A una persona ya le cuesta dominarse a si mismo y ser dueño de si. Estar bajo las tribulaciones constitutivas personales de los que gobiernan, los cuales tienen todo el derecho de ser libres, se concretaría en una tiranía.

El dirigente como persona no puede prescindir de los miedos y despertares de su Yo. El gobernante es todo individuo que ejerce poder sobre un grupo de personas.

Todo ser humano debería se educado para que tenga acceso a una muestra expositiva y clara de las diversas posibilidades éticas que el ser humano ha creado históricamente, y le despierte a una conciencia racional que constituya su Yo, con el fin de remediar en lo posible sus miedos. La ignorancia acrecenta el temor y es manipulable ideológicamente. El conocimiento resuelve problemas, crea la tempestad de las dudas, y la calma del saber. Hasta que de nuevo nazca la palpitación inevitablemente evolutiva y poéticamente integral.



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